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Hoy es jueves, octubre 04, 2007 todavía

Entrada nº 70: Redentor de rutinas

Caminaba por el metro, pero el metro era lo de menos. Miré los carteles de anuncios que soporto cada día en busca de un nuevo episodio de contención de la ira(si no los miras y desapruebas, los ves de pasada sin fijarte e inconscientemente el mensaje te llega), mas esta vez no sentí rabia, sólo un leve y discreto desprecio.
El vagón es la misma indefinible fusión de olores de cada día, los empujones se repiten como de costumbre, y al salir me encuentro la puta cola formada por el imbécil que se ha parado en el lado izquierdo de la escalera mecánica, zona de avance por acuerdo colectivo, haciéndome perder el tiempo.
Da igual.
Sólo tengo una cosa en la cabeza.
Hago el trasbordo y llego al andén justo cuando el tren se acaba de pirar. Que me da igual.
Me coloco cerca de una de las pantallas en las que ponen anuncios de mierda a todo volumen, dedicados con cariño a la gente que quiere escuchar música no patrocinada, o a la que inocentemente cree que el metro aún es un espacio público donde se respeta al que gusta de la lectura. A esta altura del trayecto ya suelo estar de bastante mala ostia. Y sin embargo hoy sonrío. Tengo las pupilas levemente dilatadas, fijas en algún lugar al que no se puede llegar físicamente, y una mueca de difusa y moderada satisfacción ha sustituido el acostumbrado semblante serio que suelo lucir en el suburbano. No sonrío abiertamente. Mi aspecto es el de la luz que asoma por el resquicio de una puerta cerrada con mil candados. La apoteosis va por dentro.

Si me miras pensarás que voy fumado. Qué va.
El otro día me dejé una pasta en unos cascos que te aíslan casi totalmente del ruido ambiente y te dejan a solas con lo que escuches. Tú y tu música, y la vida como videoclip perfectamente sincronizado. En mi mp3, el primer movimiento de la Novena Sinfonía. Nadie más. Es como sentir una brisa multicolor acariciando tu vello y susurrando con estruendo en tus oídos, mientras paladeas una palabra que por su fonética te agrada.
En la tempestad de la Novena, por 30 minutos vivo lo que Él vivió al crearla; rodeado de bullicio, de gentes, y soy sordo para todo cuanto me rodea menos para Ella.
Solos, los dos, junto a un mundo caótico al que consentimos avanzar a cámara lenta e incluso respirar .
Sí...me lo flipo aun no siendo más que un polizón en este viaje.
Pero es imposible sentirse mortal, efímero y miserable en este momento.

Laufet, Brüder, eure Bahn
Freudig wie ein Held zum Siegen...

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2 Comments:

Blogger Suaggy said...

Wo!, parece estilo inédito en el Maese Alberto este, es tan. . ¡pum!

P.D.:Vienen al pelo las palabras en cursiva realmente. . .

P.D.2: se ke mis comentarios son muy. . onomatopeyicos ->yeah! jiji

05 octubre, 2007 12:24  
Blogger Paranoide aliterado said...

Gracias por la oferta, pero trabajo solo.
1 saludo.

08 octubre, 2007 15:50  

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