##################### #########################################

Hoy es sábado, noviembre 11, 2006 todavía

Entrada nº 30: Parte 2 de 5

Me estoy muriendo. Sí, no puede estar sucediendo otra cosa. No sé cuánto llevo aquí. Ni siquiera sé dónde estoy. Ya no me importa. El dolor está despareciendo. No lloro. No estoy triste. La garganta ha dejado de arderme inhumanamente. Incluso creo estar oyendo mi voz. No sé si estoy pensando interiormente o hablando en voz alta. Sufro alucinaciones. Tengo la impresión de estar palpando con facilidad el techo que limita mi espacio vital a dos palmos de mi cara. Todo se relentiza. La oscuridad total que me rodea baila suavemente y me acaricia con su densidad. No me duelen los músculos. Se acabó la sensación de estar sufriendo el fuego de continuas descargas eléctricas. Respiro sin dificultad, lentamente, saboreando el aire.
Inspiro.
Suspiro.
Inspiro.
Noto mi corazón latiendo en el pecho con increíble fuerza, pero en mi mente no hay turbación ni incertidumbre. Paz. Sé que mi tiempo se acaba. Muero. De pronto la pared-techo me resulta muy atractiva al tacto. Muero, y no siento la más mínima emoción. Quiero... necesito ¿golpearla?. Me apago. Se acaba. Es la única explicación de que mi cabeza no sea un hervidero de sentimientos y pensamientos ante el presentimiento de la llegada del momento más temido en la vida de un mortal. Pared-techo de madera. Destrúyela. Destrúyela. Paz. Sacia ese deseo. No hay interrogantes. No reflexiones metafísicas. Golpéala. No pienso en Dios ni en mi padre. Sólo una voz. "Destrúyela. Sal de aquí". Cálida, inunda todo el espacio que me encierra y reverbera con solemnidad. ¿Es mi voz? Golpea. Paz. Destrózala. Vamos.

-Continuará-

Etiquetas:

Aquí antes iba un contador. Hasta que un día le dio por hacer saltar ventanas de publicidad. Aquí ahora no va un contador