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Hoy es lunes, noviembre 19, 2007 todavía

Entrada nº 84: Así sin más

Salió de casa a comprar el pan -un comienzo de historia como otro cualquiera-. Fue el mp3 lo que hizo que no escuchara el fortísimo choque de coches que, tras él, lanzó disparada una llanta de acero afilada que rebanó su cabeza cual disco de xena.
La gracia del caso es que no murió enseguida.
Lo que más le dolió fue el impacto del cráneo contra la acera. "¡Pon las manos!", pensó, mientras caía.
[Final alternativo]: Alguien empático, humano, ¡humanista!, que por allí pasaba comprendió lo urgente de la situación y presto se hizo cargo de ella. Había que actuar deprisa: corrió hacia la cabeza, la alzó sin importarle resultar manchado, y con todas sus fuerzas la chutó hacia al infinito cielo.
En sus últimos 6 eternos segundos de conciencia, la cabeza voló hasta ese punto de ingravidez en el que no se asciende ni se desciende. Vio el mundo que las aves gobiernan y sintió las delicias de la brisa y el mareo inocente del vértigo que no se teme.
Un leve calambre, una fuerte punzada. El fulgurante sol se apaga. El osado azul da paso al gris, al blanco, y éste por fin al negro absoluto. Silencio.
Los periódicos no entendieron que murió entre nubes, como un semidios. Ellos se quedaron con la imagen de sandía reventada contra el suelo.

(Estaba en la cama a esto de sobarme y se me ocurrieron las tres primeras líneas sin más. Menos mal que decidí levantarme)

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Hoy es jueves, noviembre 15, 2007 todavía

Entrada nº 83: Tira cómica del mes

Hoy es martes, noviembre 13, 2007 todavía

Entrada nº 82: Vicio

Cosas que puedes oír al hacer un descanso en la entrada de la biblioteca:
#1: ¿Sabes lo que hice ayer a las 3 de la mañana?
#2: No sé si quiero saberlo
#1: Levanté ligeramente la persiana de mi cuarto, abrí la ventana, y lancé el cd-rom original del Age Of Empires a la calle
#2: ¿y eso?
#1: Porque mi vida era un infierno, no paraba de robarle horas al sueño para echarme una partidilla -mínimo 2 horas y pico- cada noche antes de sobar; es una puta droga.
#2: ....
#1: ....
#2: Yo el mío lo quemé.
#1: ¿Ein?
#2: Sí, mi cd del Age, con un mechero. Ahora parece un vinilo.
#1: ¿También estabas to´viciao?
#2: Las expansiones no las quemé, las guardé. No sé, nunca se sabe.
#1: Yo tenía el cd con las dos primeras versiones y sus dos primeras expansiones. Todo alejado de mi vida. Por fin soy libre.
#2: Apagaba el ordenador con el cd dentro, y...
#1: Sí, sí... ves el acceso directo en el escritorio y piensas "qué coño, una rápida". Doble click y dejas de pensar. Pero ninguna partida del Age es rápida.
#2: Ya ves...jeje yo lo que hacía era
[Espacio en el que los dos contertulios intercambian impresiones y experiencias sobre las cosas-raras que puedes hacer con los aldeanos constructores, lo divertido que es putear a un aliado-pc amurallando toda su ciudad por dentro y encerrándole porque no puede atacarte, trucos, el gusto de recolectar recursos de forma eficiente, etc.]
#1: Sí....el Age...
#2: Sí..
#1: Oh mierda qué es lo que he hecho.

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Entrada nº 81: No se me ocurre un título bueno, mira

Lo he hablado esta tarde con un amigo de la facultad: el problema es de base.
Hace más o menos un mes leí una entrada la mar de interesante en el blog de Kirai -un español que vive en Japón y nos habla de la cultura japonesa-. En ella se analiza uno de los rasgos más arraigados en Shushilandia: la perseverancia. Según dice, los japonesitos crecen rodeados de unas historias en formato manga en las que se ensalza este peculiar y valioso valor valeroso. Uno tiene un sueño, no importa cuál, y con curro y más curro se acerca a él.
¿Qué pasa en la cultura occidental? No sé si es algo psicosociológico -tampoco sé si existe esa palabra-, pero está claro que algo falla. Mientras en Japón la mayoría de historias hablan de esfuerzo y sacrificio (recompensados casi siempre, eso sí), en Occidente nos avasallan desde la cuna con historias épicas, cuentos de uno-entre-un-milón que es un pringao pero que tiene un gran talento oculto que no conoce, hasta que un detonante hace que con un poco de práctica acabe por eregirse como un semidios (¿No, Neo?). Seamos sinceros: siempre que veamos la historia de un pringadete atrapado en el planeta rutina y con un futuro incierto pero a todas luces normal como horizonte, nos identificaremos con él. El prota en la peli acaba por revelarse como un máquina en lo que sea, y nos decimos "ey, mola, ¡ése podría ser yo!". Pero ¿de qué forma se sale el héroe-protagonista-uno-entre-un-millón con la suya? Una de dos: o resulta ser efectivamente el elegido-uno-entre-un-millón y cuenta con un poder, habilidad, lo que sea, con el que o naces o no naces, o sólo hace falta que nuestra proyección fílmica del uno-más-en-el-montón diga "bueno, ya está bien", y nos muestre una par de secuencias de 30 segundos donde se le ve entrenando/practicando/estudiando duro con música de fondo. ¡Así de fácil! "Todo es ponerse", parece.
Nooo, de eso nada. No todos tenemos ese talento o habilidad que nos permitirá emerger del mar anonimato para expirar nuestro aire en la atmósfera Historia y decir "ahí queda eso" antes de erre-i-pe. Tampoco vale con decir "va ahora me pongo en serio". Las ganas caducan pronto, y ser perseverante no es fácil. Mas ¿cómo serlo si desde la cuna hemos mamado que (nos han amamantado con) que no es necesario porque cada uno de nosotros somos especiales, únicos y de un potencial bruto dormido espectacular? Demasiado tiempo viendo como normal unas historias que son excepcionales.
Por eso yo bautizo a esta generación con el nombre de generación-Rocky.
Sí, ya sabéis, Rocky, ese boxeador que era tan malo en lo suyo que tenía que ganarse la vida como matón, hasta que le llega una oportunidad y con sólo 2 meses de duras secuencias de entreno con la mítica banda sonora de fondo llega a poder tutear en el ring al campeón de los pesos pesados. Joder, si sólo 2 meses de entreno le separaban de ser campeón de los pesados ¿por qué era tan paquete?. Ahí falla algo. Un puto fallo de base. Un mal ejemplo que se repite y repetirá.
Mientras tanto, sigamos soñando con un mañana glorioso. Todos nuestros esfuerzos en soñar.

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Hoy es miércoles, noviembre 07, 2007 todavía

Entrada nº 80: Ave vita, morituri te salutant

Es como con aquel viejo escrito...
"¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece? ¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla? ¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe? ¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada a uno fuera de este mundo? Ningún hombre es una isla entera por sí mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo. Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti" (John Donne)

Hay muchos animales que no tienen conciencia de lo que es la muerte. Ojalá fuéramos muchos animales.
Los elefantes peregrinan en solitario para dejarse morir en ciertos lugares comunes, y se ha filmado a ejemplares examinando huesos de otros elefantes con detenimiento, como si supieran lo que se traen entre trompas. Sólo son suposiciones. Y, sí, ojalá fuéramos elefantes.
¿Por qué tiene razón John Donne? ¿Qué es lo que nos paraliza al llegarnos la noticia de una muerte? Mirada desubicada, silencio y acceso automático al archivo mental "lo-último-que-supe de-él-fue....-. Tristeza y mecancolía. ¿Paralelismos con situaciones pasadas? Sí y no.
En 1ero de Económicas (y en más sitios, digo yo) te enseñan el significado de un gracioso y casi siempre desapercibido concepto: el "coste de oportunidad". Es lo que dejas de ganar cuando discriminas una opción por elegir otra. En eso es en lo que pienso al saber que alguien ha muerto: ya no está vivo. Parece una gilipollez, pero no. La putada de estar muerto es que no estás vivo, con todas las cosas que ello implica. Ya nunca podrás ir a, no podrás hablar con, ni ver a, ni estar con, ni ver crecer a tus, ni acabar aquello que, ni experimentar el, ni ... ni vivir, vaya. No creo que sea el único que piensa en el coste de oportunidad de la muerte de alguien al enterarme que ha muerto. Si se trata de un desconocido, sólo se requiere edad, nombre y desenlace para activar la empatía. Si se trata de un conocido o familiar..eso ya es otra historia.
Pero, eh, no creas que pensar en el coste de oportunidad de un muerto hará que tú, vivo, vivas tu vida al límite y fructíferamente. No. Ahí está la gracia del asunto. Luego llegan los lloros y los agobios, el tormento en la tormenta de la contrareloj por dejar una huella, ¿y para qué? ¿Es necesario, legítimo ese ansia? ¿No es un sinsentido?. Puede que del mismo que algunos animales saben si algo es comestible o no aun sin haberlo probado antes, el ser humano pueda saber que el plato del día en el restaurantexistencia es la intrascendencia. Con guarnición de sucesos negativos que marcan y salsa de divertimentos efímeros e inútiles. No, ese plato no sabe bien.
Luego otros hablan del "Gran Ocaso". La "Gran Ocurrencia", les contesto yo. Un gracioso juego de palabras con el que pasar el rato.
Y esperar.
(Momento MUY pesimista. No me tomes en serio en estos caminos, no los tomes tampoco a ellos)(Nota a mí mismo)(Por eso está en tinta invisible)(¿Qué haces leyendo la puta tinta invisible?)

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Aquí antes iba un contador. Hasta que un día le dio por hacer saltar ventanas de publicidad. Aquí ahora no va un contador